martes, 2 de agosto de 2011

Capítulo 15

Papa frita


El olor a aceite quemado espesaba el monoambiente en el que vivía el monstruo, la pequeña ventanilla del lugar no ayudaba a que el aroma tomara otro rumbo y se mezcle con el aire urbano. La milanesa estaba enfriándose en un colchón de papel higiénico que había diseñado cuidadosamente con la intención de que éste absorba el aceite. Las papas fritas ya estaban listas. El monstruo extendió el mantel en la mesa, colocó un sifón, un vaso, el cuchillo, dos panes y mayonesa; el plato y el tenedor esperaban en la mesada junto a la comida.
Armó el plato: la milanesa, las pocas e irregulares papas fritas y un pequeño espacio destinado para que en breve se haga presente una suerte de montañita en espiral de mayonesa fresca. Ya sentado frente a lo que será su almuerzo de sábado, el monstruo se acuerda del limón, ya era tarde, el hambre neutralizó cualquier ansias por darla un poco de acides a la milanesa. Mientras seleccionaba con el tenedor las papas que comía lo invadió una necesidad de compañía, la solución mas rápida la tenía a unos pocos centímetros de distancia sobre la mesa, tomó el control remoto que se encontraba a su derecha y encendió el televisión; dejó una película que daban en un canal de aire, una comedia de los ochentas.  Sin mirar si quiera de qué se trataba, con la cabeza gacha, siguió comiendo, milanesa, mayonesa, papas, mayonesa, papas, mayonesa, milanesa, mayonesa, pan, soda.
El calor de un sábado impredecible, el estomago satisfecho, el gas de la soda, la película, el poco aire y el olor del aceite hicieron que el monstruo se recostara en el sillón dolorido por la rapidez con que había acabado con su almuerzo. Los recuerdos de Verónica y su peluca rosa en una fiesta volvieron y provocaron que entrase a la inevitable siesta post almuerzo de sábado.
Mientras el monstruo soñaba, otra historia se estaba desarrollando, muy cerca de él: la solitaria papita quemada, inerte, sin vida para la razón humana, entre la sal, los pedacitos de pan rayado dorados y la poca mayonesa desparramada al costado haciendo del plato la paleta triste de algún artista empobrecido, reflexionaba sobre lo incierto de su futuro siendo la única sobreviviente de la catástrofe que su raza toda acababa de sufrir. 

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