miércoles, 1 de junio de 2011

Capítulo 1



Airas


Entre espadas, sangre y caballos la ciudad de Airas logró su autonomía. Esto solo podría pensarlo un ingenuo. O más bien, un ignorante. Es aquí donde nace en mí un espíritu historiador y me veo en la obligación de informarles sobre el origen, un tanto increíble, de esta ciudad semi-autónoma. Temo que éste sea un capítulo que, tranquilamente, Uds. pasarían por alto; así que decidí que sea el primero.
Airas fue vomitada por Buenos Aires, era parte de ella y desde hace mas de ciento veinte años esta tierra desterrada forma parte, junto a otras ciudades (Terneras, Comet, Isuros, etc), de una suerte de camino transitorio hacia algo real como es la Capital Federal, Quilmes, La Plata, Mar del Plata, etc. Ramón Airas, el adinerado pastor, fundador de la ciudad una vez desechada sin identidad, se adueño de estas tierras y junto a algunos amigos provenientes de Córdoba y Corrientes levantaron esta pequeña metrópolis para convertirla en una pequeña metrópolis habitable, a pesar de las dificultades que ésta proponía en un principio:

Y la ciudad díjole a Ramón Airas: “Todavía tengo este ingrato olor a ácidos estomacales propio de Buenos Aires, ¿dónde me llevaras? ¿Cómo me moldearás? ¿Quiénes vendrán? Grandes esperanzas son las que el pequeño pueblo deposita en ti, grandes labores para lograr hacerlas realidad te llevarán toda la vida. Debo decirte que te costará repoblar este lugar de paso, donde nadie quiere beber ni comer por aquí. Oh, gran Ramón, ¿Cómo harás para darme vitalidad? ¿Cómo harás que los caballos y las mujeres caminen por mí? ¿De donde sacaras tus fuerzas?”.

Y Ramón Airas, con una mano en el bolsillo de su pantalón y la otra rascando su cabeza, contestóle: “No tengo idea”.[1]

Las ideas llegaron, no de su cabeza, sin duda, sino de las de sus amigos provincianos. El nombre de la ciudad en realidad debería llamarse, y con mucho orgullo, Ernesto Gemarón, Termulo García, Vicente Panerolli, Silvio Maseta, Tamilio Pérez, Horacio Nervin, José Ninguno, y el nombre se extendería a más de mil nombres y apellidos. Si hay algo que ésta ciudad irreal haría, siendo sincera y transparente, sería corregir su nombre y, si bien la idea de tantos nombres y apellidos resultaría detestable y trabajoso (“disculpe, ¿este colectivo me lleva a ErnestoGemarónTermuloGarcíaVicente…?), darle otra identidad.
Muchos inmigrantes llegaron al puerto de Buenos Aires en los años veinte y se instalaron por allí cerca, algunos, también, se quedaron por Airas. Italianos, españoles y franceses arribaron, en gran número, a este país. Algunos portugueses, alemanes e ingleses. Pocos holandeses. Sin embargo, estos últimos, en su mayoría, eligieron estas tierras desterradas. Correntinos, cordobeses, porteños, quilmeños, españoles, italianos habitaron, en un principio, éste lugar; los pocos holandeses completaron la lista. Y de allí en más la hibridación hizo que hoy existan el monstruo, Corrientes, Córdoba, Laura y Verónica.
No es un lugar de grandes dimensiones geográficas, más bien es una pequeña metrópolis, como bien dije con anterioridad. Hoy en día cuenta con algunas plazoletas, La Gran Plaza, siete escuelas, dos universidades, una cancha de futbol, treinta y cuatro kioscos abiertos las veinticuatro horas, seis bares, tres boliches, varios comercios de ropa, un Shopping, supermercados, mercaditos, cuarenta y dos edificios, mil novecientas casas con terreno, un centro cultural hermoso, tres líneas de colectivo que andan solo dentro del radio de la ciudad y miles que pasan por aquí para ir hacia los lugares reales[2].
Es en este lugar donde, a pesar de tan breve descripción (mas adelante habrá detalles sobre la mitología del lugar y algunos de sus recovecos), donde nuestros personajes vivirán situaciones increíbles y no tanto. Sí. Repito: no tanto.


[1] Eudíco Gonzáles. Travieso tiempo, travieso lugar. En Airas y las palabras de la incertidumbre, Ed. Noriguetti Aliado, Buenos Aires, 1947.
[2] A sabiendas de la extrema curiosidad de mis lectores quiero sugerirles que en una obra aparte se encontrarán más detallados los origines, la construcción y la mitología de esta autentica ciudad ilegítima.

2 comentarios:

  1. Garcíamarquezco trabajo el suyo, Elecé.

    Siga así. Pero anule más cosas.

    Lo estima.

    - Un amigo.

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  2. Mmm, demás está decir que lo de "Garcíamarquezco trabajo el suyo" queda eternamente Anulado. Supongo que te referiras a García Marquéz, a quién vengo Anulando desde los años sesenta y no me cansaré nunca de Anular, a pesar de que nunca supe quién es. Pero dejaré vivo su comentario. Y sí, seguiré Anulando a los mortales. Gracias, Un Amigo.

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