domingo, 5 de junio de 2011

Capítulo 37 y 1/2

Un segundo

Cuando la suela de la zapatilla deportiva perteneciente al pié izquierdo de Corrientes tocó el décimo tercer limite entre baldosa y baldosa desde la salida de su casa, a quince cuadras de distancia, el monstruo, sentado en el banco de La Gran Plaza, después de haber visto la hora que le daba su reloj importado de Grecia, levantó la cabeza y vio a Verónica. Llevaba puesto un vestido floreado, con tonos rojizos anaranjados, que él alguna vez le había regalado para su cumpleaños y que le había costado tanto dinero que para pagarlo tuvo que empeñar una radio antiquísima perteneciente a su abuelo Victimio, éste había traído desde Alemania doscientas de estas radios con el propósito de vendérselas a un amigo suyo, el armenio Cocum, que era dueño de una tienda de artefactos electrónicos que quedaba muy cerca de la que fue la casa mas grande toda Airas; un jardín muy bien cuidado se encontraba en la entrada de ésta, al estilo de los suburbios americanos, la casa estaba pintada de un azul intenso, color que se cree que fue sugerido por el hermano del propietario de la casa, Francisco Hondurino, uno de los artistas mas reconocidos de toda España y que, precisamente, se encontraba de visitas en Airas, paso a ver ese gran palacio construido por su hermano y tras escuchar a éste debatir con su mujer en la cocina el color con que debían pintarla, sacó de su bolsillo unas cuarenta temperas de diferentes colores, las desparramó en la mesa, seleccionó no muy minuciosamente algunas (hacía todo esto con los ojos cerrados), las abrió y volcó sobre el mármol el contenido de éstas con el fin de dar, azarosamente o por voluntad de todos los espíritus o de dios o de los astros y los planetas o del propio magnetismo, con un color indicado para que aquellas paredes externas de la nueva y majestuosa propiedad sean pintadas; el día en que había quedado pintada por completo todos los vecinos salieron de sus casa y se quedaron durante horas contemplando aquella magnifica obra de arte. Horco, hermano de Victimio, pudo sacar una foto, utilizando una maquina Mokad 215D  importada de Francia,  lo último de lo último, dejando para siempre el retrato exacto del suceso; hoy la instantánea, intacta, se puede encontrar en el Museo de Historia, Literatura y Gastronomía que se encuentra a poco pasos de La Gran Plaza, lugar donde el monstruo, después de la sorpresa que le causó la vuelta de la que había sido su novia, empezaría a morir de a poco, y donde, a dieciséis cuadras de allí, Corrientes, después de aquel paso daría otro y otro hasta llegar a los brazos de Verónica.

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