sábado, 14 de mayo de 2011

Capítulo 4

El amor, segunda parte

“La unidad alcanzada por medio del trabajo productivo no es interpersonal; la que se logra en la fusión orgiástica es transitoria; la proporcionada por la conformidad es sólo pseudo-unidad. Por lo tanto, constituye meras respuestas parciales al problema de la existencia. La solución plena está en el logro de la unión interpersonal, la fusión con otra persona, en el amor.”

Erich Fromm

Estábamos los dos esperando en la estación. Ella me tomó la mano. Noté en su fuerza ese mismo miedo que reiteradas veces sentía con la llegada del tren. Después me miró el cuello y me dijo que no me quería más. Así acabaron tres años y pico de relación. Seguramente aquel desenlace fue producto de un arrastre de peleas por celos, reproches e inseguridades.
En ese instante, en el que odié sus gestos, su cara, sus palabras y sus formas cuando me dijo “no te quiero más”, pensé que, finalmente, me había liberado de un peso, de una carga que ya no podía soportar, supuse un alivio. Lejos de esas apreciaciones me encontré a los pocos días cuando, revolviendo en una librería de usados, dí con un ejemplar de Espantapájaros de Girondo bien gastado. Al abrirlo, las hojas amarillentas, el olor a humedad y la frase “no sé me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias” se convirtieron en conversaciones telefónicas de madrugada y ella diciéndome que le lea “otro de esos” y yo desde la cocina, con el teléfono inalámbrico en mano, le leía otro: “yo no tengo una personalidad; soy un cocktail, un conglomerado, una manifestación de personalidades…”. Ese día empecé a extrañarla, a preguntarme qué es lo que había hecho mal, si se había enganchado con otro, si realmente la quise, etc.
Una pobre elaboración sobre una teoría que descartaba todo romanticismo en la sociedad haciendo hincapié en el amor como invención intelectual y no como sentimiento natural, hizo apaciguar mi nostalgia y desechar una posible reconciliación. “No creo en el amor” fue una frase que me repetí durando unos cuantos meses, meses en los que no podía dormir pensando en las muecas que hacía cuando padecía alguna película que le hacía ver y cómo me abrazaba cuando cansada de verla hacía que dejara yo también aquella historia que nada tenía que ver con nosotros y le diera fuertes besos en una mejilla.
Todas esas imágenes me traían profundos malestares estomacales e insomnio. Lo más triste es que no me quería más, quería estar sola, por lo menos eso me había dicho aquel día. Yo sí la quería, ese era el problema. Cada tanto me preguntaba si estaba enamorado o qué, no encontraba respuesta alguna. Lo que sabía era que la quería.
 Imaginaba la posibilidad de llegar a su casa y golpear su puerta, debería ser durante un domingo a la noche, sí, con una lluvia torrencial, para asegurarme de que se encuentre dentro de su casa ya que le tenía miedo a las gotas y tendía a refugiarse; y todo mojado, decirle todo lo que sentía, pedirle disculpas si en los últimos meses no le había prestado atención, que de ahora en más sería mas atento, que la iba a acompañar a donde sea cuando ella quisiera, que no había problema y que era la chica con la que pretendía estar toda mi vida, etc. Aquellas imágenes volvían a mí  azarosamente aunque con algunos detalles cambiados, al igual que mi romántico argumento, todo iba variando según mi estado de ánimo.
 Lo cierto es que no hice nada de eso, solo me refugié en el cariño que una chica botina me ofreció durante un tiempo. La conocí en un bar y desde esa noche la cosa tuvo una continuidad increíble. Ninguna similitud con ella, todo era diferente. Tengo que decir que nunca me sentí del todo cómodo a su lado si bien tuvimos grandes momentos. Al cabo de un año le dije que no quería estar mas con ella, estuvo bastante de acuerdo para mi gusto.
Desde el momento de la ruptura había tratado de seguir mi vida normalmente: estudio, trabajo, salidas con amigos, cine, recitales, etc. Eso aun perdura. Hacía cuatro años que venia haciendo lo mismo día tras día, y cada tanto me preguntaba qué estaría haciendo ella. Seguramente en la facultad de La Plata, pintando o dibujando, pensaba; donde se habría hecho muchos amigos pseudohippies, seguía pensando, y habría estado noviando con alguno de ellos, tal vez alguno de esos novios, apodado por sus locos amigos como “Lobo estepario”, o algo por estilo, le habría hecho ver alguna película de Woody Allen explicándole algo sobre existencialismo y a ella le habría encantado y se habría enamorado, cuando en realidad conmigo cada vez que ponía Manhattan se me dormía en el hombro dos minutos después de haber rezongado por las actitudes del protagonista y lo aburrido de la trama. Todo eso me daba bronca por que estaba seguro de que todo aquello le estaba ocurriendo, estaba seguro de que el ochenta por ciento de mi visión sobre su vida actual era cierta. Yo, sin embargo, seguía igual.
Me estaba por recibir de sociólogo, sin proyectos, sin futuro, no sé qué haría de mí después de tramitar el titulo. Una situación desesperante. Una soledad llevada con comodidad puede ser satisfactoria solo por momentos, la tristeza siempre presente por las noches, de domingo por lo general, a veces me hacían llorar y quedarme dormido con la cara apoyada en  almohada ya humedecida. Dormía y amanecía recordando. El puente que conducía a ese pasado, ahora tan añorado, lo transité todos los días…
Basta.
Esta historia necesitaría un final, algo para darle al lector cierta satisfacción.
Esos días de insomnio, llantos y recuerdos ya pasaron, hoy ya no la pienso. No la pienso más. Bueno, de a momentos tal vez sí tenga algún que otro recuerdo, pero éste es fugaz y se va con un poco de whisky mezclo con gaseosa. Últimamente me está gustando bastante el whisky solo, los compro en cajas de a seis para reducir gastos. Antes era de tomar cerveza, ahora tomo bebidas mas fuertes; dos o tres vasitos de ginebra para comenzar el día, en invierno, no está nada mal. Tampoco como demasiado, el almuerzo pasa de largo, me detengo a comer un poco de lo que haya recién a la noche. Tengo la necesidad de fumar más y mas, estoy llegando a los dos atados diarios, pero eso no me preocupa.
Ahora que lo pienso, ayer me acordé de ella. Torpemente me quedé dormido en el baño, medio abrazado al inodoro, y creo que al despertar la vi acostada en el sillón de su casa medio tarareando medio cantando una canción de Spinetta: “… que nadie tiene un sueño sin laureles, que tu cuerpo al menos esté limpio para ir…”. Yo la contemplaba: ella en el sillón, el sol entraba por la ventana acariciando sus mejillas, su risa mientras trataba con los ojos mirarse el flequillo y seguía cantando el tema. “arara ra raaaararaa, rarara raaaara, raraa”, siguió,ahora sí, un verdadero tarareo, ya no se acordaba la letra. Después me dijo si quería comer galletitas con dulce, que se preparaba unos mates. Ella le ponía mucho queso blanco y mucho dulce de leche a las galletitas, yo solo manteca. Me besó y me dijo que mañana la acompañe a no se que lugar y yo le dije que no podía, y a los segundos salió la conversación sobre El amor, primera parte: cómo era posible que yo haya visto esa película me decía, yo le decía que la había enganchado en cable dos o tres veces. Tomamos mates mientras discutíamos sobre el titulo, por qué primera parte y no simplemente el amor, o qué pasó, ¿se cruzaron el bondi y no sintieron nada?
 Sí, era un sueño más que un simple recuerdo, por que ya ni recuerdo haber vivido eso, no me acordaba que conocía ese tema del flaco. Lo de la película sí.
Intenté escribir sobre una segunda parte, pero evidentemente me fue imposible. No queda nada, a menos que la vuelva a ver; una nueva conversación, después de 6 años, daría lugar a una verdadera segunda parte quizás. Nacería por segunda vez aquello que habíamos conservado durante años y dejamos ir, o dejó ir ,mejor dicho, en una estación de tren, el 3 de septiembre de 2008 y la puta madre que la re mil parió.

No hay comentarios:

Publicar un comentario