domingo, 15 de mayo de 2011

Capítulo 19

El emperador de las mareas

El monstruo se sentó y pidió un cortado. El mozo entendió su señala a la distancia. Un cortado para la mesa cuatro. A los cinco minutos se lo llevó. El monstruo agarro la taza y levantando el codo dio su primer sorbo. Se quemó, estaba muy caliente. Dejándolo a un lado para que éste se enfríe un poco, prosiguió con su lectura: estaba leyendo desde hacía días una novela titulada El Emperador De Las Mareas. Era muy larga, tenía leídas las primeras tres cuartas partes, sin embargo le faltaban unas seiscientas páginas para terminarla. Fue escrita hacía doscientos por un príncipe en Gales, que gracias a su afición por la lectura dejó escritos varios ensayos, poemas y dos novelas voluminosas. Ésta en particular quedaría en el olvido, sin dudas la más importante para la historia de la literatura mundial fue Años Blandos, una obra póstuma donde el autor describe la vida protocolar y su relación amorosa con los cipreses.
En cambió, la historia que hacía semanas el monstruo no podía abandonar trataba sobre una casería salvaje por lo mares del océano Índico, donde el protagonista, Marlon F., un joven ladrón, sin querer se mete en un concurso donde experimentados cazadores de diferentes puntos de Europa se disputaban el honor de cazar a un pez enorme que al parecer había llegado a nuestro planeta desde una estrella fugaz.
Éste pez, cuenta la leyenda, realmente existió y aun hoy está con vida. Varias agencias de viaje programan visitas guiadas por todo el océano Índico, y cientos de miles de turistas se codean desde la baranda del buque para sacarle fotos al agua con la esperanza de que éste asome aunque sea su lomo. Sin embargo, el pez nunca aparece, las agencias hacen mucho dinero y los turistas siguen perdiendo.
Sólo un testimonio entreabre las puertas de la veracidad. John Molvij, un empresario ingles, en 1899, durante un viaje de negocios pudo ver al pez. Sus características coinciden a la perfección con las descriptas por el príncipe en su novela: "catorce metros de largo y ocho de ancho, el lomo verde, el resto de su piel azul cobalto, de la parte superior de la cabeza seis cuernos dorados enceguecían por su brillo y largos bigotes negros se dejaban mover al ritmo de la danza maritima".
Claro que creerle a un vil empresario, que poco antes de cruzarse con el pez había dejado sin trabajo a cientos de obreros solo para ganar un poco más de dinero en otro lado, es difícil. Tranquilamente pudo leer la novela y de allí sacar la información. Lo cierto es que insólitamente los diarios más poderosos del mundo publicaron la noticia y su testimonio causó conmoción en toda Europa. Tanto así que unos años después, una editorial, poco antes de la segunda guerra mundial, le propone al hijo de éste empresario, heredero de una gran fortuna, publique un libro relatando el encuentro de su padre con el pez. El argumento no era menos importante, habrías grandes posibilidades de que el libro sea un best sellers. El joven aceptó. El libro sigue vendiendo ejemplares hasta el día de hoy y fue traducido a setenta idiomas.
El monstruo ya iba por la página mil trecientos, cerró el libro cuando terminó el capitulo donde el protagonista parte desde la India sin destino. Tomó el vasito de agua gasificada que vino junto al café y a una masita. Se quedó mirando unos minutos a los de la mesa que tenía al lado: un tipo rubio, concentrado, mandando un mensaje de texto y, frente a él, una niña con guardapolvo revolviendo su submarino; el chocolate, recién sumergido en la alargada taza transparente llena de leche caliente, se deshacía generando que algunas de sus partículas se queden en el fondo y otras pocas suban a la superficie y sean rescatadas por la cuchara. El monstruo, apresurado, se puso de pie, tomó su libro, dejó plata arriba de la mesa y saludó al mozo. Estaba llegando tarde a aquagym.

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